Bárbara me enseñó que si quería vivir sin depender de un hombre, tenía que entrar en todos los sitios que entraban los hombres, en esos sitios que ellos no querían que yo entrase, las facultades, los rectorados, las direcciones generales, la política recuerden que hablo de los años 50 en un Berlín roto, con una cicatriz que lo marcaba de lado a lado.

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