viernes, 18 de diciembre de 2009

ME GUSTA EL CAFÉ SOLA CON HIELO.



ME GUSTA EL CAFÉ SOLA CON HIELO.

En una sala oscura, escuchamos una pelea, entre un hombre y una mujer de mediana edad. De fondo la televisión y la radio suenan como animadores de esta pelea. Un portazo.
Una mujer resopla, para luego suspirar. La televisión de fondo vomita la realidad del país a un tono elevadísimo, la radio no se queda atrás, y parece regurgitar la vida de la nación.
La voz, de unos niños, se despide de la mujer. Son sus hijos que van al colegio. La radio que se funde con la televisión hace insoportable la habitación.

La mujer emite un suspiro más largo y pronunciado. Apaga la radio. Suspira aliviada.

Respira hondo, apaga a oscuras la televisión. Se queda en negro, dentro del la habitación oscura, callada, oyendo el silencio, saboreándolo.
Conoce perfectamente la casa, no necesita encender ninguna luz para saber donde están las cosas, y cómo no tropezarse con ellas.



Se levanta tras un pequeño respiro, y enciende la cafetera, se queda de pie mirando por la ventana como amanece. El sol aún infantil juguetea con sus rizos desmontándolos en colores rojizos, ella sonríe, pero así como el sol va dominando la estancia, este empieza a molestarle…baja las persianas, y el sol solo puede colarse por las rendijas como las hormigas rojas. Se enciende un cigarro.

La cafetera suena, el sol se cuela por las rendijas tiroteando la pared de mil puntos de luz, como una hilera de militares que quiere fusilar los sueños. Sus sueños. El Sol la molesta. Fuma con ganas.

Se sirve una taza de café, esto la relaja, como lo hace el caballo con un yonki o un abrigo de marta cibelinas con una mujer que sabe lo que es la vida, pero que no duda en llevarse la vida de otros por delante…el placer suele ir unido al dolor de otros, pero que más da, si son solo eso…otros.

Conecta una grabadora, y empieza a hablar:

MUJER

Hola Marta, este el cuento que yo te contaría si tú aún tuvieses 8 años, si yo aún tuviese ganas de mirarte a la cara, si tú aún me hablases, si aún fuese aún.

En mi cama hay un agujero por el que se coló un día el amor. Sí un buen día miré a Miguel y no lo vi, en su lugar un hombre oscuro gordo y peludo roncaba, y en medio un gran agujero… miré al fondo y allí vi a Miguel, y me vi a mí atrapada en la convivencia, y en absurdas tardes de compras, sentí que yo también era un monstruo peludo como aquel que roncaba en mi habitación y mirando a mi alrededor, comprendí que nada de lo que había buscado estaba en esa habitación. Aquella no era mi habitación, aquella no era mi vida, aquel no era Miguel, y lo que era aún peor aquella no era yo.

(La mujer sigue tomando su café mientras empalma un cigarro con otro.)


Yo tenía sueños, en aquel agujero que ahora había aparecido en mi cama, así que decidí saltar y caer en ese mundo que era el mío, sí, sí, un mundo que nadie parece ver, debe ser que solo yo tengo, tengo , eso pues… Poderes para verlo, es un mundo que tiene agujeros, al que caes y que solo yo veo, sí, solo yo, solo yo, eso, sí, sí, solo yo te recuerdo, yo no me olvido, no, no, yo te busco, sí, en los armarios, sí, sí…. en los armarios… Los armarios, te he dicho que no abras los armarios…que los dejes cerrados he dicho…que los cierres… (Grita). Ciérralos…ciérralos…

(Se pone a mirar los armarios de la cocina. Encuentra más café y se pone a preparar una nueva cafetera, sigue a oscuras.)

Coexistía bajo las sábanas y bajo el suelo…allí un grandioso campo de tulipanes amarillos me permitió ser feliz. Me tomo un café con mis pastillitas, y allí sola estoy rodeada de paz.

El café a mí me relaja, y más si me lo tomo con unas pastillas de estas, son tranquilizantes, ansiolíticos, uff cuando las tomo, aparecen miles de puertas a ese mundo del que te hablo, a lo mejor tú estás ahí, por eso saltaste por la ventana… ¿Por qué lo hiciste? Que asco me doy, odio al ogro, quiero un hijo de Miguel como tú… como mi hija Marta… Marta, hija, MARTITA… mi niña… ¿vas a comer hoy en casa? no, no, no,
cojas la moto…no me gusta…me da miedo… ¿Por qué coges la moto lloviendo? no, no, no, para, apártate, apártate, no.
No, no te asomes a la ventana… no te asomes a la ventana… No quieres ir a clase… no quieres, ir, ya veo, ya veo, ya, no quieres hacer nada, no quieres comer…no quieres ver a tus hermanos…no quieres pasear con Miguel… ya no comes ni con cuentos, ya no hay cuentos, no hay princesas, ni príncipes… solo un ogro que no quiere que comas… que te deja en los huesos, en los huesos, sí, eso estás delgadísima hija, hija, hija…

(Se sirve un café, se toma dos pastillas.)

Ayer hice el amor con un campesino, que vino, vestido de naranja, sí, más guapo… jajaja, suelo follar con él, más o menos desde que me mandaron las pastillas en la clínica…sí es del país del Bután, por que gritaba ¡butanooooooo!, deben estar en crisis en su país, y les hacen cargar con unas piedras enormes de color naranja que echan fuego, sí pero es un tipo fuerte, está cachas, sí cuadrado como un príncipe, como Miguel, sí es hermoso, me gusta sentirlo, sí, sí, porque me olvido de mí, sí si lo atiendo a él, me olvido de mí y de este dolor, sí.

Sí… me lo encontré en la entrada, en el hall, es que ahí, hay otro agujero, ¿sabes? sí, sí, sí, justo entre la puerta de la entrada y el perchero marrón, el perchero marrón espantoso que me regaló el gordo que duerme conmigo…ese ogro, ese monstruo que muerde y que no sabe follar, sí, sí, no sabe follar… Pues el muy tonto no sabe que ahí en el hall, hay otra puerta a mi mundo y que se accede al país del Bután y también por ahí viene el cartero del rey… sí pero ahora estoy cansada de ellos, estoy harta de tanto sexo entre tulipanes amarillos, quiero encontrar a Miguel, y quiero encontrarte. Los carteros follan regular, sí siempre van con prisas y ese uniforme… es terrible… las mentes con uniforme… los pezones con uniforme… y esos labios con uniforme…que asco, que asco… huelen a tinta y a celulosa, sí poyas que huelen a tinta china…los uniformes dejan olor, sí , olor, olor a uniforme… el de los carteros se te queda pegado durante horas…como un sello, y va y viene, que asco, como los recuerdos, como tu recuerdo… la poya de Miguel olía a ti, a mi hija Marta por eso yo la quería por que germinaba tulipanes de color amarillo. Por eso yo me comía todo, porque me sabía a ti. Y tú sin comer, vomitando, vomitando, vomitando.

Los cadáveres no vomitan… las niñas muertas no vomitan… ¡ahhgggg!…

(Vomita en el suelo de la cocina, y lo mira. Vuelve a vomitar. Luego comienza a limpiarlo.)

Las mujeres cartero sueñan con cartas de amor, yo me acosté con dos y todas eran iguales…”nunca me escribes”, me decía una, nunca me escribes…qué te voy a escribir…

Sobre qué, sobre un ser, sin ser, sobre lo que no es y está, sobre una mujer sin mujer, que para recordarse debe sentirse en otro, sentir que otro disfruta con ella, porque ella es incapaz de disfrutar, porque ella está atrapada en un lago de serpientes que la muerden a todas horas…



Qué voy a escribir… qué voy a decir… si mi saliva es hiel con alfileres… las palabras son unas falsas, son un acuerdo…y yo no me acuerdo…de nada, bueno de nada no… me acuerdo de Miguel, y de ti.

El gordo, el ogro, tiene dos hijos, Manuel, y Lorena, son horribles como cerdos, yo les hago la cama y en su cama hay otros dos agujeros, pero hacia el lago de las serpientes. Ojalá se caigan una noche y no vuelvan, huelen mal, huelen a adolescentes, sudan y eso me da mucho asco. Yo ayer con el soldado de Bután follé en sus camitas de adolescentes vírgenes, y me sentí muy bien, muy tirada, y me arrastré… desde que no te veo solo vivo bien si estoy arrastrada, tirada, humillada, necesito del dolor físico para poder seguir viviendo, para olvidarme del dolor mental. No me arrepiento de haber follado en la cama de esos dos ratones con zapatos, que asco, y el ogro el gordo que duerme conmigo, sigue empeñado en decir que son mis hijos… que asco esas ratas mis hijos… mi hija eras tú, tú, solo tú, tan linda… tan rubia… como Miguel…

El ogro de la habitación del olvido, me repite que él es Miguel, que él es mi marido… yo lo miro y me río,

¿Donde está la juventud…?

Miguel, era joven y guapo… ¿Por qué se fue y me dejó con el ogro feo…?

La belleza es invasora, no puedes con ella, siempre te gana.

Miguel está encerrado en el baño en un hueco de mármol yo lo he visto a veces, cuando me masturbo… Pero ¿Dónde estás tú mi niña? ¿Por qué no me hablas? Por qué te asomaste al precipicio, sí en la cocina, en la ventana, por qué te arrojaste… ¿querías volar? ¿Yo no te dejaba? yo te quería… eras mi hija, eres mi hija, pero te has ido, te quemaron, pero tu ya no eras aquella, seguro que me engañaron… ¿donde coño está mi vida?

¿Cuándo empecé a dejar de ser esto para convertirme en esto?

No quiero ser más esto.

¿Cuándo podré caerme por uno de esos agujeros y no volver a este mundo nunca más? Entrar en ese agujero pero no salir de él nunca más, no volver a ver a esta familia que dice ser mi familia… mi familia érais tú, Miguel, Lorena, Manuel… sin ti no hay familia, solo dolor… ¿Cuándo podré caerme contigo, estar contigo?

Marta dime donde estás…

(La mujer abre la ventana poco a poco, y se siente invadida por la luz. Respira. Hondo. Abre la ventana y se tira.)

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